Durante dos siglos, el pueblo de Sant Lluís vivió de sus tres molinos de viento, pues venían los payeses de todo el término a moler el grano de sus cosechas. Hay datos que apuntan que en el 1776 existía el mayor de los tres, el Molí d’Enmig, y que en 1780 se construyó el Molí de Baix. El Molí de Dalt es el único que sigue en pie y, restaurado recientemente, es emblema del pueblo.
En su interior, el antiguo molino harinero acoge hoy en día un museo etnológico, donde podemos encontrar una fantástica colección de herramientas e instrumentos del campo y de algunos oficios ya desaparecidos.